Esta situación llevó al Ministerio de Defensa a ofrecer apoyo militar a la policía en Londres, propuesta que fue calificada como una «opción de contingencia» que solo se implementaría en circunstancias excepcionales.
Chris Kaba, quien estaba desarmado, murió el 5 de septiembre del año pasado por un disparo de un agente de la policía metropolitana en Streatham, Londres.
Las circunstancias que rodearon el tiroteo indicaron que la matrícula del vehículo que conducía Kaba había sido vinculada a un incidente con armas de fuego un día antes, según los registros de la policía.
Un exoficial de la Policía Metropolitana que no se identificó con nombre y apellido dijo en la emisora pública BBC Radio 4 que muchos oficiales sienten que el riesgo de ser acusados por la justicia es muy grande.
El testimonio reveló que la decisión de renunciar a portar armas no se trata de una protesta coordinada, sino que surgió de oficiales genuinamente preocupados por su seguridad y la de sus familias.
Dijo además que sería «un día muy triste» para la policía si se obligara a tropas armadas a intervenir para ayudar
La ministra del Interior, Suella Braverman, ofreció su «apoyo total» a los policías armados, alegando que estos oficiales se enfrentan a decisiones de vida o muerte en momentos de extrema presión y no deberían vivir con el temor de ser acusados.
El jefe de la Policía Metropolitana, Mark Rowley, solicitó por su parte una revisión integral del procedimiento policial armado, expresando preocupaciones sobre la protección legal de los oficiales y sugiriendo que el sistema actual podría estar debilitando su autoridad y eficacia.
El trágico caso de Chris Kaba, un trabajador de la construcción que estaba a punto de convertirse en padre, reavivó el debate sobre el uso de la fuerza por parte de la policía y subrayó la necesidad de revisar y reformar las prácticas actuales.
Su muerte desencadenó no solo una serie de protestas, sino también un llamado a la reflexión sobre el estado actual de la aplicación de la ley en el Reino Unido.
La mayoría de los policías de Londres no van armados.
Según datos oficiales, en abril había 2.595 agentes autorizados a portar armas de fuego en la Policía Metropolitana, cifra que ha disminuido constantemente cada año desde 2018, cuando había 2.841.